Cuernavaca, Morelos
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Si después de cada acción, de cada tramo del camino, nos detuviéramos y rindiéramos cuenta del viaje, nos podríamos percatar de que hemos cometido algunas equivocaciones, que nos duelen mucho, y cuales son los costos que tenemos que pagar por las malas decisiones. Al igual que el explorador consulta frecuentemente una brújula, establece la ruta en el mapa y verifica constantemente su posición para poder llegar a su destino, un líder y un emprendedor(a) debe tener «súper-visión», y seguir el hábito de consultar constantemente su brújula (que para él es su misión), y evaluar si las estrategias y acciones elegidas son las adecuadas. A nadie le gustaría hacer un largo recorrido para que al final llegara al lugar equivocado.
Resulta un proceso doloroso, pero es la única forma de aprender de nuestros errores. Si esto es tan duro, ¿por qué no creamos el hábito diario de detenernos? Por supuesto que esta acción, por sí sola, no nos asegura el éxito, pero sí nos permite ver si vamos por el buen camino.
El exceso de actividades, no tener tiempo para nada, el ansiolismo (situación neurótica en donde queremos estar y no estar y hacemos mil cosas sin sentido, pero con prisa viviendo anticipadamente el desastre) son indicadores de que hay que retirarse a reflexionar, a buscar el rumbo con nuestra brújula para ubicamos en nuestra misión en la vida.
La vida requiere no sólo de recursos económicos, también del capital emocional para tener la vitalidad, el esfuerzo y el entusiasmo que exige toda realización digna y de calidad. Escuchar buena música, reflexionar en la soledad, hacer oración y acercarse a Dios; son herramientas que nos dan seguridad y certeza para planear el futuro.
La seguridad económica no está en el dinero que poseamos, sino en nuestra capacidad de producir riqueza a través del pensamiento creativo y del esfuerzo constante. La seguridad debe estar en nosotr@s mism@s.